EMILIO NÚÑEZ DE ARENAS
PIONERO DE LA ESPELEOLOGÍA CASTELLANO MANCHEGA

Temprano levantó la muerte el vuelo
Temprano madrugó la madrugada

Miguel Hernández

Cualquiera que haya practicado la espeleo en los últimos cuarenta años en la región debió de encontrarse con él, en una senda, al borde de un acantilado, instalando la cabecera de un pozo, en el interior de una cavidad, tomando agua de una fuente o en un refugio, animando las veladas con mil historias, cuentos y canciones, porque su presencia ha sido continuada en los distintos macizos kársticos de nuestra geografía, desde el Calar del Río Mundo a las frías sierras conquenses.

Ahora me toca a mí algo que nadie quisiera hacer de un amigo más joven, glosar su vida deportiva y humana para que sirva de recuerdo y homenaje a su memoria, la de un pionero en el deporte-ciencia de adentrarse en el corazón de la tierra con el ánimo de descubrir un mundo insospechado, misterioso, que requiere la máxima solidaridad entre los miembros que lo practican.

Y es que Emilio no ha hecho más, ni menos, que desarrollar el principio de “vale quien sirve” de sus años juveniles desde que creara con otros muchachos un pionero grupo de espeleo que bautizaron con el desconcertante nombre de “Huesos”. Desde aquellos lejanos años setenta se ha mantenido el grupo activo de su mano, dado su carisma y el espíritu de liderazgo que siempre ha ejercido. Cuando no lo ha presidido siguió siendo la figura de referencia y su dinamizador.

A pesar de los materiales y las técnicas rudimentarias iniciales, el hacer las cosas bien ha liberado al grupo de accidentes y las situaciones de peligro se han solventado siempre con acierto. Ese saber hacer y tener una preparación técnica adecuada le llevan en su vida profesional a ser bombero, con lo que su actividad deportiva encuentra una continuidad en un oficio que le va a permitir salvar vidas, la más noble dedicación que una persona puede ejercer. Contagia a sus compañeros de trabajo el espíritu de la exploración y crea con ellos el Grupo de Espeleología Bomberos de Valdepeñas y desde entonces ambos grupos de Ciudad Real hicieron sus salidas juntos, sumando fuerzas y garantías de seguridad.

Principios estos, los de seguridad y preparación que impulsaron la organización de continuos cursos de iniciación y perfeccionamiento con lo que la formación ha estado también en la base de sus actividades. Todos hemos aprendido con él y de él.

Pronto el grupo, con Emilio a su cabeza, empezó a aportar a la espeleología regional, organizando uno de los primeros Encuentros Regionales con el ánimo de unir equipos e intercambiar conocimientos. Más recientemente adquirió el compromiso de organizar el X Encuentro y así se hizo, salvando la ausencia de casi una década de este tipo de eventos tan positivos para el conocimiento y la divulgación de la espeleología regional.

Pionero en la fotografía en el interior de las cavidades que exploraba, cuántas veces nos tuvo iluminando una colada, un gour, una gota a punto de caer de un macarrón o una gran sala. Obtuvo de esta manera multitud de fotos de espeleotemas, desde los aragonitos excéntricos del Castañar, a los estafilitos metálicos de los techos de los tubos volcánicos del Teide y La Palma o los cristales de yeso del Karst de Sorbas. Poco importaba que las cámaras salieran llenas de barro, las imágenes quedarán para siempre.

Sus continuas idas y venidas por el Calar del Mundo le llevaron a participar en un hito del estudio hidrogeológico del gran complejo de Los Chorros, la grabación desde el interior del fenómeno del Reventón, acompañando a Adolfo Eraso, una eminencia en ese campo.

Su espíritu de aventura le lleva a planear la primera salida castellanomanchega al karst tropical, con la “Expedición Cuba 98”, en el centenario de la independencia de la isla. Una experiencia inolvidable que no hizo sino empezar una serie de exploraciones internacionales a las que aportaba su capacidad organizadora y sus conocimientos de estrategia, viajes y exploración, además de su facilidad en las relaciones personales con gentes de cualquier lugar y condición, en los que siempre despertó reconocimiento y respeto.

La expedición a la región del Karst, en Eslovenia, aportó a todos los que también tuvimos la oportunidad de participar, la satisfacción de haber conocido la cuna de la espeleología europea, el terreno de juego más espectacular. Las amistades que ganó allí en pocos días le llevaron a regresar en otras ocasiones con sus sobrinos, a los que tanto quiso siempre y premiaba con regalos como este.

Las actividades de su grupo, que es tanto como decir las suyas, quedaron recogidas en la exposición que se organizó en el Centro del Agua de Daimiel “30 años de exploraciones” y supuso la recopilación hasta 2008, de fotos, documentos y materiales, organizándose actividades especialmente dirigidas a niños y niñas, uno de sus colectivos predilectos pues siempre lo vieron como un guía, un referente, un líder cariñoso.

Pero para conocer a Emilio en toda su dimensión hay que salirse del ámbito exclusivo de la espeleo y hablar del descenso de barrancos y cañones, que practicaba todas las temporadas, con Guara como destino habitual, aunque no único, y a donde arrastró a todos aquellos que querían vivir algo inolvidable con él como guía y seguro de vida.

Habría que hablar, como no, de sus actividades montañeras, de la subida a cumbres en Canarias, Pirineos, Cantabria o Sierra Nevada o las largas travesías.

Pero sobre todo hay que destacar la parte humana, la de colaborador incansable, la que le llevaba a organizar salidas al campo para cualquier colectivo que se lo pidiera y su apoyo a cualquiera que en su disciplina tuviera que contar con un experto en técnicas de progresión vertical, con experiencia y ánimo, lo que él transmitía. Así, lo mismo enseñaba a trepar por una cuerda a un árbol o rapelar en un cortado al estudioso de rapaces que tenían que acceder a un nido, a asegurar en hielo a los expedicionarios del grupo de estudio de glaciares GLACKMA en Islandia, para que realizaran con garantías sus mediciones del deshielo, a instalar simas para facilitar su acceso a fotógrafos de la biodiversidad, tema por el cual también se interesó, a reforzar los barcos de enea que se atrevían a descender en su totalidad el río Guadiana, a apoyar cualquier iniciativa que considerara de interés y se desarrollara de manera respetuosa en la naturaleza, de la que ha sido un gran enamorado, ya fueran glaciares, praderas de alta montaña, ríos, bosques o almendros en flor.

Espero seguir viéndolo en esos lugares, formas y colores

Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.

Texto de Alejandro del Moral para el número 3 de la revista Calar de la FCME.

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